Y pasó lo que tenía que pasar. El clima de violencia que se vive en la zona ha creado lo que los partidos de oposición libaneses comienzan a definir como "efecto llamada". Hasta sus costas están comenzando a llegar cientos de soldados en sus cayucos de guerra a la búsqueda de la oportunidad que en sus países se les niega.
La situación de los recién llegados es desesperada. Hambrientos y deshidratados después de lo que se supone una larga travesía buscan desorientados la ayuda de los bañistas que aprovechan los últimos rayos de sol de un excepcional verano tan sólo alterado por las habituales invasiones de medusas. Para dificultar en lo posible las tareas de repatración, los soldados intentan confundir a las autoridades locales. Así, se han dado casos de tropas que se presentan bajo bandera española, pero buena parte de sus miembros presentan rasgos latinoamericanos, lo que hace sospechar que se trate de un ejemplo de esta maniobra de confusión. Informaciones aún sin confirmar indican que incluso los patrones de los cayucos de guerra pudieran haberse disfrazado de soldados y encontrarse ocultos entre el grueso de las tropas.
El Gobierno libanés busca contrareloj una reunión con representantes de otros países de la zona con el objetivo de firmar un Manifiesto a favor de la extensión de los conflictos armados a otros países más desfavorecidos y evitar así ese éxodo masivo de soldados que debería avergonzar a la Comunidad Internacional. Entre firma y firma, la vida va pasando. La oposición, mientras tanto, sigue machacando con el "efecto llamada" en un intento de rentabilización electoral de las miserias de los pobres soldados.
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