Un director de cine dijo un día que nunca se debe rodar una película con niños o con animales.
En el mundo del Rock, bien conocido es, hay un mandamiento que dice que nunca se deben hacer portadas con gorilas.
La magnífica idea de Tokyo Blade de poner a alguien en la portada con un corazón negro pasando por encima de una pica de esas del tute subastao en un disco que se titule "Blackhearts & jaded spades" se viene abajo cuando, en una cabezonería del manager, se elige a un gorila con un diente de oro, gafas de sol y cigarrillo mordido que pasaba por allí para plasmar el sentimiento blackheart que los Tokyo exhudaban en aquellos tiempos.
Los Gorilla Biscuits, más juveniles y conscientes de que el hardcore, mal que bien, tiene que romper la pana, apuestan por un gorila chandalero y desafiante para embadurnar el envoltorio de unas cuantas canciones que fueron acogidas con gritos de "putos fachas" entre la chavalería más jatorra de NY y alrededores. Después esos jatorras fueron a su vez vilipendiados por generaciones venideras que se descojonaban de ellos cuando, en las duras noches de invierno, les veían tiritando por las esquinas con un cartón de vino.
Qué duda cabe que ambos se equivocaron. Señores y señoras: los gorilas no son rock.
Y en caso de Tokyo Blade tiene delito, porque con el cañón de fotografía que eligieron para la contraportada dejarse llevar por la locura de un manager paliquero...